miércoles, 22 de abril de 2009

CRISIS ¿DE QUE...?
César Platas Brunetti

            Es imposible encontrar algún medio de comunicación, oral o escrito, que en estos días no hable de crisis. Muchos están hartos del monotema de turno con el que, periodistas y particulares, vapulean nuestra mente día y noche. Esto cada vez acaba pareciéndose más a la tortura china de la gota de agua que cae continuamente en la cabeza hasta que el preso (y eso somos cuando no podemos escapar de ello) pierde el juicio. Ya hay síntomas de deterioro social asociados a este estado de indefensión al que se nos somete cuando dicen que “todo está mal y no se sabe cuando acabará”.

            Pocos son los que se paran a pensar ¿de qué se habla cuando decimos crisis?, o mejor dicho, ¿crisis de qué? La mayoría de la gente responde que es una “crisis financiera”, sin embargo pienso que se trata de una crisis de valores. Si mi memoria no me falla la palabra crisis en chino se escribe con dos ideogramas que por separado significan (y en este orden): peligro y oportunidad. En nuestra situación, de lo primero no nos cabe la menor duda y todo el mundo lo tiene claro, pero de la segunda ni se habla y ¡esto es lo grave! El que una crisis trae peligros y oportunidades es una verdad psicológica clara y meridiana, mas si no asumimos que trae oportunidades es porque estamos dejando en manos de otros la solución de algo que debemos hacer nosotros. Es más sencillo esperar “que la cosa mejore” o “que el gobierno haga algo”, etc.; que asumir nuestra responsabilidad en la descalabro económico que nos agobia (después de todo, ¿quién ha gobernado nuestras finanzas hasta hoy?).

            Ahora bien, si yo no asumo mi responsabilidad en el problema difícilmente pueda encontrar los fallos y la manera de subsanarlos. Comentaba que pienso que se trata de una crisis de valores, pero ¿qué es un valor? Todos saben lo que vale el dinero, pero ¿es el dinero lo único que valoramos? ¡Claro!, respondemos, por eso estamos tan desesperados ahora. Pero nos olvidamos que cuando nos rozan las gélidas alas de la muerte nos quedamos fríos, vacíos, paralizados. Nos olvidamos que hay otras cosas que el dinero no puede comprar y que son valores que no cambiaríamos “ni por todo el oro del mundo”. Dos de estos valores: la Paz y la Felicidad, son en los que la gente coincide casi siempre. Si perdiéramos nuestra Paz y Felicidad por el tema económico estaríamos subvirtiendo nuestros valores esenciales y vendiéndonos por nada. Por fuera puede bramar el huracán, pero por dentro estaré tranquilo si se quién soy y lo que es importante para mí en la vida.

            No podemos quedarnos en una esquina llorando a esperar que alguien venga a salvarnos. Debemos asumir el problema y así aprovechar las oportunidades. Si echamos la vista atrás vemos que el mundo ha pasado por debacles económicas, guerras mundiales, incluso en nuestra historia reciente a una guerra civil y nos hemos sobrepuesto a ello. Todo esto ha sido posible con valor y mucho esfuerzo. ¡Si! Esfuerzo, esa palabra tan vapuleada que hemos olvidado a fuerza de tanta intoxicación mental con lo de “La Sociedad del Bienestar”. Bienestar de unos pocos que tienen mucho (de los que habría que aprender a vivir acordes a nuestras posibilidades) y no de los muchos que tienen poco y se dejan deslumbrar por falsas expectativas, endeudándose más allá de su posibilidades. Por eso comprendo la rabia de los antisistema y la prefiero (aunque no justifico los actos violentos), porque por lo menos les impulsa a actuar y no la pasividad del mendigo que espera a que le resuelvan “la papeleta”.

            Había una canción infantil (aunque no tanto) que decía:
                        Si hay progreso, hay superación
                        ¡Vamos juntos a la liberación!

            La capacidad de ver un mínimo progreso incita a la superación. De allí que los gobiernos estén intentando restablecer la confianza, porque en definitiva ésta es una crisis de confianza. Confianza en los valores de una sociedad que ha perdido de vista el factor humano. Nos habíamos transformado en una máquina de hacer dinero para satisfacer necesidades inútiles o, cuando menos, superfluas. Y (ya se sabe) ¡las máquinas no piensan! Ahora lo que debemos hacer es pensar, crear y trabajar para superar esta situación y no volver a permitir que alguien piense nuestro futuro por nosotros. Porque el verdadero progreso consiste en sobreponernos y poder vivir libres, en el mundo que queremos en Paz y Felicidad.
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