César
Platas Brunetti
¿Dónde
estábamos? ¡Ah!, si… llevaba más de año sin escribir porque la acción me había
absorbido. En este tiempo me han preguntado si no habría segunda parte de “Juan
Nadie y el 15-M”. Aunque segundas partes nunca fueron buenas y ha llovido mucho
desde entonces y estoy algo “oxidado”, me he decidido y aquí va.
Una de las características de la “Spanish
Revolution” era la increíble variedad de sus participantes. Gentes de todos los
colores, sexos y edades. Pasados un par de años de esa explosión de vida,
algunos han quedado al margen y otros han desaparecido. Estos últimos eran
antiguos guerreros que lucharon en pretéritas batallas para logar libertades
básicas (al menos así las consideramos ahora, en su tiempo no eran tan
evidentes). Recuerdo al recientemente desaparecido José Luis Sampedro; a Stéphane
Hessel, que tanto conmovió con su “¡Indignaos!” (si bien no era de aquí fue
adoptado por su ideario); y muchos otros.
Como vaticiné, el Juan Nadie del
15-M todavía no tiene rostro humano. No pertenezco al movimiento del 15-M y
creo que nadie ha pertenecido (ni pertenece) realmente a él, porque ha sido una
manifestación espontánea de algo latente en la sociedad; como diría el
psicólogo Carl Jung, sería una manifestación del Inconciente Colectivo que se
estaba reactualizando una vez más. Cuando esto ocurre, es más bien el hombre
quien pertenece a la ola y no a la inversa. Muchos de los que sintieron ese
despertar ahora participan en movimientos con nombre y apellido (por ejemplo el
PAH -Plataforma de los Afectados por las Hipotecas), dedicándose a solucionar problemas
concretos atisbados en las reflexiones surgidas al calor del 15-M.
A día de hoy los políticos y los
mercados están pendientes de los resultados de las pruebas a los bancos
españoles. Las famosas pruebas de “estrés bancario… a mi me gustaría que
compararan ese estrés con el del padre de familia que tiene una hipoteca, estando
en paro desde hace 1 ó 2 años y después hablamos de lo que es realmente estrés.
Alguna voz pública tímidamente comienza a decir: “…ya se ha ayudado a los
bancos y ahora le toca a los ciudadanos”. ¡Ya era hora! Cuántos más suicidios
por desahucio puede permitirse nuestra conciencia antes de reaccionar, cuántas
veces vamos a dejar que metan las manos en nuestros bolsillos para robarnos los
ahorros de toda la vida o nuestro futuro dependiente de una pensión digna
(mientras los políticos rebajan todas las pensiones menos las suyas). Entre
tanto, varias ONG tienen que multiplicar sus esfuerzos para paliar los
desaguisados de mercados insaciables y políticos negligentes que no realizan
correctamente su trabajo.
No pretendo
humanizar a banqueros y/o políticos, simplemente apelo a su instinto de
supervivencia (creo que es más práctico). Deben entender que no lograremos nada
hasta que, quienes deben hacerlo, se hagan cargo de las más básicas necesidades
humanas. Estas necesidades surgen meridianamente a la razón a través de una
visión más global de la vida y no una tan limitante como la actual. Desde el
punto de vista ecológico sabemos que el destino humano está ligado al planeta
tierra y que si nos lo cargamos no hay futuro posible. Pues lo mismo ocurre si,
por atender a mezquinos intereses económicos o partidarios, nos llevamos por
delante a las personas que componen esta sociedad. Como alguien decía: si hago
daño a la más pequeña de las criaturas me hago daño a mí mismo. Dicho de un
modo más sencillo, y para que nadie se llame
a engaño:
“O NOS
SALVAMOS TODOS O NO SE SALVA NADIE”.
Por esto digo: Juan Nadie cabalga de
nuevo.
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