jueves, 24 de octubre de 2013

ALIMENTACIÓN CONSCIENTE.

Mª Teresa Rodríguez Álvarez

La alimentación consciente no es exclusivamente una dieta o un régimen alimentario. Es un estilo de vida que tiene como objetivo último ayudarnos a evolucionar hacia una mayor consciencia de nosotros mismos y del lugar que ocupamos en la gran cadena del Ser.

Comer conscientemente bien, requiere de un compromiso serio y continuo. Partiendo del hecho de que  no existe ninguna dieta que sea adecuada para todo el mundo, toda dieta es individual y exige autoconocimiento y responsabilidad. Nuestra salud, depende en buena parte de los alimentos que ingerimos y como éstos son, con mucha frecuencia una cuestión muy personal debemos confiar en nuestra propia investigación y a través de un proceso de ensayo y error, aprender lo que nuestro cuerpo tenga que decirnos al respecto.

Vivimos en una cultura, la nuestra, en la que es muy fácil comer mal, mientras que, en cambio, comer bien resulta bastante más complicado. Los medios de comunicación nos bombardean de continuo con todo tipo de alimentos sabrosos y calóricos y también bebidas azucaradas; la comida se halla por doquier, es barata, calórica y frecuentemente se nos sirve en porciones de un tamaño que supera nuestras necesidades y que, por otra parte, consumimos a diario. Esto acompañado de una vida más sedentaria de lo que sería aconsejable, nos lleva a la acumulación de un exceso de calorías que dan lugar a múltiples enfermedades por sobrealimentación, como la obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, etc.

Estamos rodeados de complejas estrategias publicitarias que sacan provecho de nuestra necesidad de satisfacer los sentidos y de nuestra vulnerabilidad ante la desinformación. Se sabe desde hace tiempo, que el hipotálamo y el tronco encefálico ayudan a regular las sensaciones de hambre y saciedad. Durante los últimos años se ha comprobado que los centros del placer y recompensa del sistema límbico y las funciones de evaluación de la corteza prefrontal se hallan también muy implicados. De hecho, la sobrealimentación crónica presenta similitudes bioquímicas con las drogadicciones. Es necesario reconfigurar este entorno y crear uno nuevo, donde nuestras necesidades de información, gratificación y estímulo social nos lleven a elegir una comida sana y a realizar ejercicio.

Los espectaculares avances que han experimentado las ciencias de la alimentación y de la nutrición en las últimas décadas, revelan la importancia que tiene llevar a cabo una alimentación adecuada, como una de las mejores vías de promoción de la salud y del bienestar físico, emocional y espiritual. Cada estudio, cada investigación, nos reafirma en la idea, de que la dieta más adecuada es aquella que tiene en cuenta todas las condiciones que nos caracterizan como personas educadas en una cultura determinada, con hábitos alimenticios concretos, gustos, estado de salud, actividad física, estilos de vida diferentes y también diferentes niveles de conciencia. Por lo tanto, no existe una dieta ideal que sirva para todo el mundo, pero sí un CRITERIO UNIVERSAL en cuanto al tipo de alimentos que deben consumirse dentro de la dieta cotidiana; lo que, por un lado, garantiza que se cubran las necesidades energéticas y nutritivas y, por otra parte, colabora en la prevención de ciertas alteraciones y enfermedades relacionadas con desequilibrios alimentarios.

Vemos que la alimentación es esencialmente multidimensional: transita entre el espacio, biológico, psicoespiritual, cultural, socioeconómico, ecológico y político. Como ha sucedido con otros fenómenos de naturaleza compleja, hoy nadie discute que la alimentación  debe ser estudiada atendiendo a una perspectiva interdisciplinaria. De hecho, comemos por razones biológicas, psicoespirituales, culturales y sociales (ver la siguiente figura). 
Los cuatro cuadrantes de la nutrición.
 

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